Título original: Payback
Año: 1999
Duración: 100 min.
País: Estados Unidos
Dirección: Brian Helgeland
Guión: Terry Hayes (sobre la novela de Richard Stark)
Con: Mel Gibson, Maria Bello, Gregg Henry, Lucy Liu, William Devane, James Coburn
Grado: B+
Reseña: Hugo C
Esta vez traigo la reseña de una película finisecular, de aquellos días en los que el mundo temblaba ante la amenaza del Y2K. Se trata de Payback (1999), que es la historia de un criminal a quien traicionan y lo dan por muerto, y por supuesto, no es así sino que se recupera de sus heridas y va en busca de retribución, que no es otra la traducción del título al idioma de Cervantes. En este caso, el criminal es el bueno, o, mejor dicho, los otros son peores.
Si te parece que ya la has visto, pues sí, es muy posible, ya que sin demasiado esfuerzo puedo recordar tres versiones: Point Blank (1967), protagonizada por Lee Marvin, Parker (2013), con Jason Statham, y la que hoy nos ocupa, con Mel Gibson. Las tres están basadas en la novela The Hunter, de Richard Stark, más conocida en España como A quemarropa. Richard Stark es uno de los varios seudónimos de Donald Westlake. En lo personal, me gustan más las novelas de Westlake como Stark que las de Westlake como Westlake, me parecen más viscerales y sin tantas vueltas.
Ya que estamos, que sirva esta reseña de recomendación de las otras dos versiones, al menos hasta que haga las correspondientes reseñas. Cada una tiene sus detalles que la individualizan, por no hablar de que el mundo de 1967 no es el mismo que el de 1999 o 2013. Lo importante es que el protagonista es el mismo, se llame Parker, o, como en Payback, Porter.
La historia, entonces, es conocida, y sin embargo, la manera de contarla varía en cada adaptación. El guión de Terry Hayes comienza in medias res, es decir que entramos al cine con la película ya comenzada y lo encontramos a Porter en la mesa de operaciones (o más bien, en la mesa del comedor) de un borrachín sin licencia que le extrae las balas mientras su voz en off –que nos irá acompañando durante el resto de la película– nos explica que, en su línea de trabajo, conseguir atención médica competente se torna un pelín complicado.
Tras unos meses de convalescencia, lo vemos ya en la calle, sin un centavo y con un traje tres talles demasiado grande, apañándoselas para hacerse de dinero, cigarrillos, ropa decente y de un arma. Luego va en busca de su esposa, quien, según nos vamos enterando, fue quien ayudó a su socio Val a traicionarlo para quedarse con su parte del dinero que los dos le robaron a unos orientales. El problema es que ahora su (ex) socio está protegido por la Organización, y para recuperar su parte del botín tendrá que ir pelando capa tras capa, como si fuese una cebolla. Lo bueno es que si hay algo que le sobra a Park-- digo, Porter, es la tenacidad.
¿Es una película violenta? Vaya pregunta. ¿Es el papa argentino? Sin embargo, si bien Porter no le hace asco a un par de balazos o unas cuantas trompadas (tanto a favor como en contra), lo que vez tras vez le salva las papas no es la violencia a lo John Wick sino la astucia para usar los propios recursos y debilidades de sus adversarios a su favor. Por ejemplo, nota que los orientales no suelen usar cinturón de seguridad, así que usa un viejo Chevy Nova para provocar una colisión frontal e incapacitarlos. ¡Eso nunca se le ocurriría a Jackie Chan!
Más adelante, un par de policías corruptos se convierte en una molestia e incluso una posible amenaza. Pero estos policías lo subestiman, lo toman por un pelele. Porter deja que se confíen, y, ni bien se descuidan, los retira del juego sin ponerles un dedo encima. Y así, a lo largo de la película vemos cómo saca provecho hasta del detalle más mínimo. Y cuando brota la violencia, no es sin sentido sino todo lo contrario.
Payback es una historia negra y sórdida, pero que aún así se las ingenia para mostrarnos un mínimo atisbo de esperanza para Porter, quien a pesar de estar hundido en el fango conserva un código moral a su medida, con sus reglas, y todavía es capaz de sentir afecto y generarlo en otros. Los secundarios son un lujo: ya no hablemos de William Devane, Kris Kristofferson o James Coburn como los sucesivos jefes con quienes tendrá que vérselas Porter, sino de Lucy Liu como una prostituta sadomasoquista, o David Paymer como un despachador de taxis que maneja una red de tráfico de heroína. Incluso aquellos que tienen papeles relativamente breves, como el par de policías corruptos, el tipo de la casa de empeños o el hijo de Kristofferson, no desentonan y suman a la credibilidad de esta historia.
Me dirás: "Antes me gustaba Mel Gibson pero ahora ya no". Óbjeción válida. Mel Gibson anda de capa caída en estos días y ahora que con la vejez se le han caído algunos caramelos del frasco se hace un poco cuesta arriba ver alguna de sus viejas películas sin sentir un poco de vergüenza ajena. Sin embargo, en el caso de Payback, ese distanciamiento termina sumando al disfrute de esta joya menor del cine negro.
¡Bonus! El libro en el que se basa la película (EPUB)
Para seguir despuntando el vicio de la lectura.
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